sábado, 30 de marzo de 2013

"PENSARÁS QUE ME HE VUELTO LOCO" (Carta de Amor.-2013)




PRIMER PREMIO en el I CONCURSO DE CARTAS DE AMOR "HOLIDAY RURAL" 2013


"PENSARÁS QUE ME HE VUELTO LOCO..."


Querida mía:
Pensarás que me he vuelto loco al escribirte estas líneas. Loco, sí. Realmente algo loco sí que estoy, ya no me quedan dudas. Y no tengo dudas porque esta locura me atrapó hace mucho tiempo, quizás tú ni lo recuerdes. Solías bajar con tu hermana a la Plaza Mayor a hacer la compra de tu madre, «la viuda Consuelo»… ¡pánico me daba tan sólo pensar en la severidad de su mirada! Todos los chicos del barrio sentíamos pavor imaginando el momento de presentarnos en tu casa y solicitar el permiso correspondiente para poder dar una vuelta por el parque… sin embargo a mí me compensaba más la posibilidad de compartir contigo unas palabras. Me enamoró la sencillez de tu espíritu, la franqueza de tus palabras…ese caminar armónico, decidido y a la vez liviano que provocaba que todo varón volviera la cabeza a tu paso para contemplar la magia que emitía el sonido de los tacones de tus zapatos al posarse sobre el suelo empedrado de las calles… parecía una melodía divina, cautivadora, capaz de someter a cualquiera que lo oyera al mayor de los encantamientos.
¡Cuántos suspiros levantaba «la niña de la viuda Consuelo»! ¡Cuántos mozos quedaron con el corazón roto cuando me vieron pasear a tu lado! Caí como la mosca en la telaraña, lo reconozco. Loco, sí. No dudo que estoy loco. Como el día que empleé todo el jornal de un mes en comprarte aquél reluciente anillo que luciste ufana y orgullosa durante el año que precedió nuestra boda. Nunca te separaste de él, e incluso ahora, en las circunstancias que nos tocan vivir, siempre has procurado que ese anillo luciera en tu mano junto con la alianza de oro. No le rebajaste jamás importancia…me atrevería a decir que para ti siempre tuvo más valor que el de casados. Y luego vinieron los niños: cuatro soles que iluminaron nuestra vida desde sus primeros pasitos. Y esos domingos de primavera paseando por la alameda…tú agarrada a mi brazo, apoyando delicadamente la cabeza sobre mi hombro. Noches de verbenas de barrio, veladas de verano en las que nos mezclábamos con la gente del pueblo y compartíamos alegría mientras nuestros cuatro ángeles jugaban, crecían y se nos iban de casa uno a uno, para intentar cumplir sus sueños. Pensarás que estoy loco por escribirte estas líneas, cuando apenas me separan dos metros de ti. Te veo en esa mecedora vieja y chirriante con una manta sobre el regazo, y me cuesta trabajo distinguir a aquella pizpireta muchacha de quince años entre los pliegues de tu piel apergaminada. Tus delicados dedos con los que en otro tiempo me acariciaste, ahora se han hinchado, se han torcido…han perdido vida a golpe de años. Tus ojos claros se ocultan ahora tras un par de cristales, que no han sido capaces de restarle belleza. Cuando me miras a los ojos, siento chispear tus pupilas con la misma pasión de cuando éramos jóvenes… ¿quizás recuerdas quién soy? Loco, sí. No dudo que estoy loco .Por pensar que serás capaz de leer estas líneas, por imaginar que podrás siquiera entender lo que te cuento, ahora que tu mente decidió cerrarse, ahora que los años han velado tu pensamiento en forma de profundo olvido. Te observo, te sonrío…y tú me devuelves la sonrisa aunque intuyo que lo haces simplemente como reflejo. Acaricio tu cara, y noto como te sonrojas con el roce de mi piel, como si fueras aún una colegiala que vibra al sentir el cosquilleo del primer amor…aquel primer amor de la Plaza Mayor que quedó atrás en el tiempo. Sigo tomando tus manos entre las mías cada atardecer, soñando que en algún momento despertarás de un mal sueño para volver a decirme que me amas y que he sido el hombre de tu vida. Loco, sí. Quizás estoy loco…y prefiero seguir loco, pero a tu lado. Pase lo que pase, venga lo que venga…porque sigo enamorado de ti a pesar de que tú no me reconozcas.
Quizás estoy loco, vida mía.
Quizás no quiera dejar de estarlo.
                                                                        Tuyo, para siempre…



Ficha Técnica:
    Concurso:  I Concurso de Cartas de Amor "Holiday Rural"
    Organizador:  Holiday Rural y Asociación Malagueña de Escritores
    Lugar: Málaga. ESPAÑA
                                    Safe Creative #1303304856922

jueves, 28 de marzo de 2013

"LA GLORIA DE ARZÚA" (relato corto.-2012)






PRIMER PREMIO en el III CONCURSO DE RELATOS CORTOS "MIL CAMINOS" del mes de Diciembre de 2012.



 "LA GLORIA DE ARZÚA"

«Ni un paso más», se dijo.
El calvario que llevaba a cuestas su fatigado cuerpo ya había sido más que suficiente, y lo que Daniel no estaba dispuesto por nada del mundo era a entregarse a un martirio innecesario.
Dejó la pesada mochila a un lado, y se sentó en una gran piedra a un lado del camino. Desató cuidadosamente la bota de senderismo que, ingenuamente, se había comprado completamente nueva dos meses atrás, y que ahora era la responsable de su vía crucis personal.
Cuando logró retirar a duras penas el calzado, su pie izquierdo rezumaba calor y humedad. En la punta del calcetín se marcaban dos claras manchas pardas donde Daniel reconoció el lugar en que aparecieron sus primeras ampollas…que al cabo de dos días ya fueron dolorosas llagas.
De nada sirvieron los baños de inmersión en agua fría al finalizar cada jornada, ni los parches de hidrocoloides que un amigo del hospital le había facilitado y que, supuestamente, eran geniales para ese tipo de heridas.
Tampoco sirvió de nada almohadillarse el pie izquierdo con gasas y esparadrapo. Por el contrario, lo único que conseguía aliviar eran las dos primeras horas de camino, porque cuando dicho almohadillado perdía su función, Daniel observaba que su pie se hinchaba aún más.
Al quitarse el calcetín, la imagen era realmente dantesca. Las gasas estaban completamente empapadas con una mezcla de sudor y sangre, que goteaba continuamente en el suelo.
¿Por qué había llegado hasta allí? ¿Qué lo había empujado a estar en mitad del monte coruñés, con serias heridas en los dedos y plantas de ambos pies?
Ni él mismo podía explicárselo. Lo que se inició como una aventura pseudo deportiva con los amigos, se había convertido con el paso de los kilómetros en una prueba de superación personal, en un descubrimiento de sí mismo en su faceta más espiritual, donde nada del mundo terrenal puede desviar tus sentidos: únicamente monte, camino y arboleda.
Esa misma mañana, en Palas de Rei, ya se había dado cuenta de que sus pies no podían caminar.
No era una cuestión muscular (afortunadamente, su preparación física era bastante buena), sino una inconsciencia por su parte al haber confiado en un calzado excesivamente nuevo y poco trabajado.
Pensaba que su piel era resistente, pero no. Sentía los latidos del corazón en cada una de las llagas, y sólo sentía alivio con el contacto del aire, o el frescor del agua.
Aun así, se puso en marcha esa mañana y trazó un “plan de objetivos del día” que fue cumpliendo plazo a plazo.
Su primer objetivo fue salir de Palas de Rei. Después, andar al menos cinco kilómetros.
Al poco tiempo vio pintado en un muro el número de teléfono de un taxi, y se convenció a sí mismo de seguir adelante: siempre podría llamarlo y fin de la aventura.
Su siguiente objetivo entonces, fue culminar los cien kilómetros necesarios para obtener la Compostela en Santiago…después su meta fue cruzar la frontera que separa la provincia de Lugo de A Coruña por la aldea de O Coto…más tarde, alcanzar el primer pueblo coruñés importante (Melide) y cruzar su famoso puente medieval…y por último llegar hasta el albergue, del que tan sólo le separaban escasos kilómetros.
No le quedaba más que una hora de camino para cumplir su última meta.
Pero el empuje de su ánimo, ese que le había ayudado a conseguir poco a poco todos los objetivos del día programados, también lo habían arrojado a un lugar perdido en el monte que conducía hasta Arzúa, alejado de la carretera (y por tanto, de la salvadora llegada de un taxi) y además sin cobertura telefónica para poder avisar a Protección Civil, Guardia Civil, Bomberos, guardas forestales, Ejército de Tierra,…lo que fuera que pudiera rescatarlo.
«Cuatro kilómetros…no son más que cuatro kilómetros», se repetía a sí mismo Daniel, con lágrimas de rabia e impotencia en sus ojos.
No había una motivación especial para haber iniciado esa aventura. No tenía que agradecer nada a Dios, no tenía que cumplir promesa alguna, nadie lo esperaría en Santiago.
Pero fue precisamente eso, lo que lo mantenía firme. Llegó sin «nada»…y había descubierto a un Daniel que desconocía, precisamente cuando el camino empezaba a causar estragos en pies, mente y moral.
Un peregrino de mediana edad pasó frente a él…detuvo su caminar y le preguntó:
—¿Estás bien?...
Era obvio que no…aun así, Daniel negó con la cabeza y secó con cierta vergüenza sus lágrimas.
El peregrino añadió:
—A veces…parece que todo va en tu contra. Aparecen dificultades…una detrás de otra. El Camino de Santiago, no es más que una metáfora de la Vida, amigo. Y cuando estás ahí, sentado, sangrado por tus heridas…te das cuenta que sólo tienes una opción: levantarte y seguir el camino…aunque duela. ¡Ánimo, amigo! Ya queda menos… ¡Buen Camino!
—¡Buen Camino! —respondió Daniel.
Mientras veía alejarse la figura del peregrino, recordó una frase que leyó pintada en el muro de una vieja casa, en la misma linde de la calzada:
«Cuando el camino se hace duro, los duros caminan».
Cerró los ojos e inspiró profundamente el frío aire hasta hinchar sus pulmones. Lenta y penosamente se calzó de nuevo, a punto de gritar de dolor.
Se puso en pie y decidió que esos últimos kilómetros también habrían de aportarle algo, además de sufrimiento. Si los superaba, se sentiría capaz de acometer cualquier empresa en la vida, por dura que fuera.
Inició un dubitativo caminar, que se transformó en clara cojera…pero le daba igual. Seguramente Daniel se rendiría sin remedio alguna vez, pero ese momento no había llegado aún. No en aquel punto perdido del monte coruñés.
Al terminar el día, puso sus castigados pies sobre el suelo de Arzúa, y tuvo por fin el firme convencimiento de que podría afrontar cualquier tipo de reto sin temor al fracaso o el sufrimiento por el resto de su vida. Jamás le abandonaría el coraje.
Sin buscarlo, Daniel había encontrado su particular «por qué» del Camino.


Ficha Técnica:
   Concurso: III Edición del Concurso de Relatos Cortos "Mil Caminos"
   Organizador:  Bodegas Martín Códax.
   Lugar:  Cambados (Pontevedra). ESPAÑA
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