lunes, 31 de marzo de 2014

"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XII



Después de la "húmeda" madrugada en la 305, a nuestro querido protagonista Paco Penas apenas le quedaban fuerzas ni ganas para afrontar un nuevo y desmoralizador día entre las vetustas paredes de aquella aislada unidad de Medicina Interna del Hospital Puerta de San Pedro.
La cadena de desgracias y sucesos extraños acaecidos sobre la persona de Paco, podría plantear a los más avezados investigadores de lo paranormal un nuevo enigma, al que dedicar con tesón y dedicación exhaustiva, todo un programa monográfico de "Cuarto Milenio".
Posiblemente el mismísimo Iker Jiménez acudiría sin pensarlo a esa tercera planta del Hospital para conocer in situ al hombre más castigado por las maldiciones en los últimos días.
El caso es que Paco Penas empezaba a asumir su desgraciada existencia en la unidad, no sin cierto aire de conformismo y estoicismo, lo cual no dejaba de ser un hecho verdaderamente admirable para el personal de planta.
Si hacía unos días la llegada de una nueva jornada suponía un aumento de su ansiedad ante el tipo de suceso que le tocaría padecer, ahora sin embargo Paco daba por hecho que "algo" nuevo le pasaría en el nuevo día.
Y así transcurrió una mañana, en la que por fin le confirmaron que la dichosa prueba que se le había pedido, se realizaría en breve.
A los cambios de dieta acostumbrados para este tipo de praxis, se añadió el día antes la nauseabunda experiencia de tener que ingerir una sustancia acuosa, transparente pero de sabor horrible que le provocaban intensas arcadas.

A mediados de la tarde, Paco Penas empezó a acudir con urgencia al WC cada pocos minutos para evacuar de forma espectacular una vez tras otra.
- Amigasho,¿¿tiene la barriguita mala??...le preguntaba con sorna y algo de mala leche el Chori.
- Amigasho, le pido a la mushasha una mentita poleo, ja-ja-ja..
Las idas y venidas de Paco al baño, aderezadas con la socarronería de los comentarios de su nuevo compañero de habitación, no hacían sino minar la moral de nuestro protagonista que empezaba a sentir como el escozor en su esfínter anal se volvía insufrible.
- Amigasho....¿¿quiere un cubito de yelo pal culo??..ja-ja-ja...

Sin perder las buenas formas y la exquisita educación que recibió desde pequeño en su hogar, Paco negaba sutilmente con la mano, como quitando importancia a las molestias que sentía, aunque por dentro sentía como si el mismísimo infierno con Lucifer al frente se hubiera introducido en apenas unos cuantos centímetros cuadrados de intestino. La percepción de calor sofocante en la zona, acompañado de la sensación punzante de decenas de agujas, hacía que Paco Penas se planteara el hecho de acudir nuevamente al WC, pues la tortura evacuatoria era superior al alivio intestinal posterior.
- Amigasho, ¿¿le pido a la mushasha unos porvito de tarco??, ja-ja-ja....
Cuando el celador vino a recogerlo para llevarlo a Endoscopia, Paco Penas se felicitó por perder de vista aunque fuera unos minutos al Chori y sus bromas de mal gusto. Quería que el mal rato pasara lo antes posible, y poder descansar por fin de tanto maltrato digestivo.
Llegó el momento de la verdad. Paco Penas observaba sobre una mesa un tubo de un dedo de grosor y de bastante longitud, y sintió escalofríos de pensar que semejante "boa constrictor", en breves segundos camparía a sus anchas dentro de su cuerpo.
- Bájese los pantalones.
La seca frase, casi escupida a la cara de Paco Penas sonó en el aire como el anuncio de una sentencia de muerte.

Allí estaba Paco. Perdida totalmente su ya de por sí anulada dignidad, en cueros y esperando a que un desconocido le metiera "más de medio metro" de tubo por detrás.
La sensación de indefensión era notable, y producto de la vergüenza, apenas si podía levantar la vista del suelo...
- Vaya por Dios.-dice el endoscopista.
- ¿Pasa algo?
- Se nos ha vuelto a estropear el maldito cacharro este.
- ¿Cómo?
- Lo que oye.
Paco Penas suspiró aliviado en un primer momento, aunque luego reparó en que sólo se trataba de un "aplazamiento de la ejecución", por lo que abatido, volvió a sentarse en la silla de ruedas que empujaba el celador.
Nada más llegar a la planta una enfermera le pregunta...
- Francisco, ¿ya le han hecho la prueba?...a lo que contesta el celador...
- Se ha estropeao el cacharro.
En ese momento suena el teléfono y contesta la enfermera.
- Medicina Interna...si...si...de acuerdo...pero eso ya es seguro, ¿no?...vale, de acuerdo...adiós.
Cuelga el teléfono y se dirige a Paco...
- Mañana te hacen la colonoscopia.
- ¿Seguro? ¿estará arreglada la máquina?
- Eso me han dicho los de abajo, así que hoy vamos a seguir con la preparación...

24 horas más de tortura se presentan ante Paco, que está al borde de las lágrimas de pensar en tener que volver a pasar por la misma experiencia una vez más.
Ya se lo decía Don Anselmo poco antes de morir, en uno de sus últimos e intermitentes ingresos..."no entiendo el interés que tienen estos "batas blancas" en verme por dentro, esa necesidad de volver a mirarme por el mismo agujero una y otra vez... ¿es que no se creen lo que vieron a la primera?"...verdades como puños, Don Anselmo.


miércoles, 26 de marzo de 2014

"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XI



Negros nubarrones sobre la atormentada mente de nuestro querido Paco Penas, que apenas acababa de salir de un atolladero para encontrarse de bruces con un nuevo obstáculo en su ya frágil serenidad, que por otra parte ya había dado suficientes muestras durante todos estos días de estar hecha de un material especial, resistente a bombas nucleares.
Es irónico como un personaje como Basilio, ese decrépito, enfermizo, anoréxico y descerebrado anciano que atormentó a nuestro protagonista durante sus primeros momentos desde su ingreso, se había convertido de la noche a la mañana, en la única compañía "deseable" de la 305. Habían bastado unas horas para que Zé Manué el "Chori", el hijo de la Fen-nanda, se hubiera hecho acreedor del desprecio, asco y (por qué no decirlo) miedo de Paco; Basilio no era más que un angelito al lado de aquél aprendiz de Atila, que en una sola tarde puso en jaque a todo el personal de la planta.
El "incidente de las pastillas" se cerró con una enfermera desconfiada, un Paco Penas incrédulo ante lo que había presenciado, y un importante "colocón" de Zé Manué, aunque nadie diría tal cosa, pues se mantenía sentado en el sillón, con la mirada perdida y sin pestañear todo el tiempo.....quizás es que ese “colocón” era un estado de vigilia permanente en él.

La ventana de la habitación, siseó con fuerza y fue entonces cuando Paco Penas reparó en que el día había dejado de ser luminoso y claro. El cielo completamente rojo, amenazaba con descargar una tromba importante de agua; el viento empezaba a soplar con insistencia, enérgicamente, como queriendo zarandear los cimientos de aquél edificio que se había convertido en cárcel y sala de tortura a la vez, en gabinete de psiquiatría y laboratorio de experimentación,...todo un crisol de despropósitos encadenados que no hacían sino desmembrar la entereza de Paco. "No estaría de más que este temporal arrancara de cuajo este maldito hospital...", pensó.
Y para una vez que habló en voz alta, Dios accede a conceder su deseo...o al menos dio esa impresión. El temporal aumenta por momentos su agresividad y azota sin piedad los cristales de las ventanas, que reciben grandes cantidades de agua.
A la vista de la situación, y tras mirar fugazmente el reloj que adornaba su muñeca, Paco Penas
decide irse a la cama y descansar para que la noche pase rápidamente y amanezca un nuevo y esperanzador día.
Con el ruido de fondo de truenos, y el relampagueo de los rayos reflejándose en las paredes de la habitación, Paco comienza a quedarse profundamente dormido, pues al contrario que mucha gente, nuestro protagonista solía relajarse con el sonido del furor de la tormenta.

Pero parece que el destino ha decidido desde hace tiempo, que el momento de duermevela de Paco sea el elegido para el estallido de sus últimas desgracias.
De repente, siente como las sábanas que lo cubren se echan abajo descubriéndolo parcialmente, y alguien lo empuja hacia el otro lado de la cama.
- Amigasho, éshate a un laíto que no cabo.
- “Sí, claro, claro”..., responde Paco medio dormido, dándose la vuelta y cerrando nuevamente los ojos...un momento...Paco abre los ojos, y lleva una de sus manos hacia atrás palpando el cuerpo que reposa a su lado, como queriendo cerciorarse de que, efectivamente, no se trata de un sueño.
Las curtidas manos de Paco tocan un cuerpo huesudo que le resulta familiar...
- Ja-ja-ja...¿questasiendoooo??? ¿ta puesto cashondo, amigasho??? Oye, camí no me gujtan ejta cosa...a mi no me gujta er mariconeo, amigasho, deha ya de metem-me mano...
Paco Penas se sienta súbitamente en la cama
- Pero ¿qué haces en mi cama? ¡¡largo de aquí...!!
- Tranqui, tranqui, amigasho, que no hay que ponerze azín, que yo vengo duna familia desente y humirde, zemo gente zivilizá karreglamo laj coza converzionando zin llegá a la violensia...
- ¿¿Pero se puede saber que haces en mi cama??
¡¡vete a la tuya...!!
- Ozea, yo laría con musho gujto, amigasho, que no ej que yo zea un azaltadó de cama, ni ná por el ejtilo, ni ej que yo zea mozerzuá o como ze diga, aunque yo eza coza laj rejpeto que cada cuá haze con zu culo lo que crea portuno, ¿zabusté?
- ¡¡¡Que te vayas a tu camaaaa....!!!
- Güeno, güeno, no haze farta que me grite, que zoy yonqui pero no zordo, pero ej que no pueo meterme en la cama, porque ejtá mojá.
- ¿Cómo?
- Ozea, no ej porque yo ejté shungo de la póstuma ni tenga er muelle floho, ni ná de ezo, ¿zabusté?, ej que ze mestá lloviendo er techo enzima, amigasho.

Cuando Paco Penas enciende la luz, comprueba que el Chori (por una vez en su vida) dice la verdad. La ventana, la pared y el techo anexos a la ventana se encuentran empapados en agua. Unas goteras que dejan en pañales las cataratas de Iguazú, amenazan con provocar el hundimiento del Hospital cual Titanic.
- ¿ Pero cómo es posible esto en un hospital, por Dios?
Paco Penas llama al timbre, y tras cuatro sonidos de llamada, un enfermero aparece en la habitación.....
- ¿Qué desea?
- Que se nos viene encima la lluvia, oiga...
- Ostiiiiiiiiaaaaa… pues sí que hay agua…pero espérese un momento...
El enfermero se va unos segundos y vuelve con un mango de hierro en la mano.
- Eso es que no estaba bien cerrada la ventana, ahora mismo la pongo bien...
El muchacho coloca el mango, pero en vez de cerrar, abre más la ventana...una repentina racha de aire la abre de par en par, permitiendo que la furia del viento y la lluvia entren casi hasta la mitad del pasillo.
Servilletas de papel, vasos de plástico y hojas de periódico revolotean sin control por la estancia dando vueltas y vueltas, mientras las cortinillas que separan las tres camas (y que proporciona una leve intimidad a los enfermos) se mueven violentamente como queriendo escapar hacia la puerta de la habitación. La portada de un periódico se pega literalmente a la cara de Paco y provoca un nuevo resbalón con aterrizaje de nalgas. Atropelladamente y no sin dificultad, el enfermero consigue empujar las hojas de la ventana y cerrar con el mango de hierro. La paz vuelve a la 305. Parece como si todos hayan estado expuestos a una ducha durante un par de minutos.

- No se preocupen que ahora mismo traemos ropa seca y limpia y arreglamos las camas- dice el joven enfermero, empapado de pies a cabeza.

Paco Penas permanece inmóvil en el centro de la habitación, con los brazos en cruz separados del cuerpo, dejando que el agua gotee por la manga de la blusa y forme un pequeño charco en el suelo.
Mira las palmas de sus manos, húmedas, congeladas y pálidas del frío y se pregunta en qué momento enojó a Dios tanto como para que le castigara de aquella manera.
Una mano coge la parte baja de la blusa de Paco y le da dos pequeños tirones hacia abajo, intentando llamar su atención. Es Basilio, un Basilio cómicamente "duchado" por el temporal, y que ahora está despierto.
- ¿Qué pasa Basilio?-pregunta Paco.
- Tengo sed -responde el anciano...a lo que añade
Zé Manué...
- Po no zerá por farta dagua, cohone...

domingo, 23 de marzo de 2014

"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo X






El televisor de la habitación 305, no paraba de vomitar imágenes de programas del corazón que Paco Penas no veía, pero prefería tener encendido el aparato porque la conversación con sus compañeros no le resultaba precisamente atrayente. Por un lado, Basilio parecía haber caído en un sueño eterno, y abandonó los desgarradores gritos de "Antoniaaaaaaaaaaaa", por unos ronquidos nasales profundos; del otro lado, Zé Manué....¡qué decir de este personaje!...un hombre perdido en un pijama. A través del cuello de la blusa le asomaba un hombro que amenazaba constantemente con salir al exterior burlando la estrechez de la prenda.
En cuanto al pantalón, en cada uno de los huecos reservados para cada pierna, podrían caber perfectamente las dos.
Desde que Zé Manué llegó a la habitación, se limitó a estar sentado en el sillón oteando al infinito sin parpadear, con la mirada perdida, y la boca ligeramente entreabierta...parecía como si el organismo le obligara a limitar el gasto de energía al mínimo posible.
El único movimiento que realizó durante el resto de la tarde, fue el necesario para acercar la mano al timbre y llamar al personal...algo que se convirtió en su entretenimiento básico el resto del día.
- Zeñorita, zeñorita, ¿me puedo tomá un sumo?
- Ahora mismo te lo traigo, espera un poco que estamos dando el relevo....
- Vale, vale, usté perdone zeñorita. A los dos minutos, vuelve a llamar.
- Zeñorita, zeñorita, habéi llamao a la Chana?
- ¿Y quién es “la Chana”?
- Mi mujé, zeñorita.
- Ahora llamamos a Observación para ver si la han avisado....
- Vale, grasia zeñorita, usté perdone zeñorita...
Tres minutos más tarde, misma historia.
- Zeñorita, zeñorita qué hora é?
- Chiquillo, ¿tú te crees que puedes llamar para eso? Son las diez y cinco y estamos dando el relevo, deja el timbre quietecito.
- Usté perdone zeñorita..
A las diez y diez, suena el timbre de la habitación
- Zeñorita, zeñorita, hoy é jueve, verdá?
- Sí, Jose Manuel, es jueves, ¿para eso llamas?
- Noooo, ej que mecho un lío, zeñorita, que me creía que ya era lune....
- Anda, anda, ¿ya vale no? Quédate un rato tranquilito....
- Perdone zeñorita....
Cinco minutos más tarde, timbrazo.
- Zeñorita, zeñorita, me puedo tomá argo pa dormí?
- Todavía es temprano, dentro de un rato viene una muchacha repartiendo infusiones y te da la pastilla.
- Vale, usté perdone zeñorita, ej que yo zufro de nervio ¿zabusté? Ej que me pongo mu malo, aquí ya me conose tor mundo, la dortora ¿como ze llama? zi, una con loj pelo largo, con gafita, zi, que lleva la bata blanca...
- Aquí todos llevan bata blanca José Manuel...
- (Se queda pensando)...¿Zi? Ah, pontonse lo mismo é un dortó...
- Mira José Manuel, que tengo cosas que hacer. Luego te traen la pastilla...
- Vale, vale, vale, usté perdone zeñorita.
Rozando las diez y media, Zé Manué aprieta de nuevo el botón rojo...
- Zeñorita, zeñorita, me arfircio..¿me puede poné un ratito er zígeno?
- Anda sí, pero deja ya el timbre quieto un rato, o te lo quito...
- No, por favó, zeñorita, no me lo quite, de verdá que ya no vi a llamá maj nunca, zeñorita, ze lo uro por mi mare, por mi pare quen pá dejcanse, por mi Chana y por mi niño Zé...
- A ver si es verdad...
- Zi, zi, ze lo uro por mij muerto, zeñorita, me castigue undivé y ze me caigan los sacai a cacho, zeñorita...
Llega el momento de las infusiones. Basilio está empezando a despertar, así que la auxiliar deja el vasito con su pastilla para dársela más tarde. Mientras sigue con el reparto en la habitación...
- ¿Que vas a querer Jose Manuel?
- Zeñorita, yo quiero un café con leshe.
- Por las noches no hay café. Infusión, leche, zumo.
- Pooooo, un cola cao, zeñorita...
- Un momentito… aquí lo tienes...
- ¿Me da otro zobre de cola cao, zeñorita? Ej que yo zufro de loj nervio ¿zabusté? La Chana me pone ziete cuchará de cola cao pol la noshe, porque parece como cualmente me relaha y me queo tranquilo hastar día ziguiente que me toca la metadona ¿zabusté?
- Aquí tienes, dos sobres.
- Musha grasia, zeñorita, é usté mu amable, undivé ze lo pague a usté con musha zalú pa usté, pa zu marío y zuzijo, zeñorita...
- Vale, vale. Toma la pastillita...
- Musha grasia, zeñorita,...uuuuu...esto é mu flojo pa mí, zeñorita, ze lo digo porque yo zufro de loj nervio ¿zabusté? Tonse yo en mi casa me tomo laj tranqui de tré en tré ¿zabusté? como zi fueran lacazito, zeñorita, porque aqui me conose tor mundo, yo zoy er Chori, ¿zabusté? el hijo de la Fen-nanda, y yo no me vi a queá dormío con esta pajtilla, ze lo digo porque endespué no vi a podé de dormí y ezo no pué zé porque yo ej que zufro de loj nervio ¿zabusté?
- QUE SÍ, QUE SÍ, QUE AHORA HABLO CON TU ENFERMEEERAAAA...
- Vale, vale, zeñorita, mu amable, zeñorita, usté perdone zeñorita...
Mientras la auxiliar va a hablar con la enfermera, el Chori se levanta súbita y rápidamente del sillón, agarra el vasito con la pastilla para dormir de Basilio y la engulle con inusitada velocidad, volviendo en un santiamén a su sillón, adoptando de nuevo su posición habitual. Tras el mostrador del control, la enfermera llama al Internista de guardia para preguntarle qué pastilla le dan a Zé Manué...
- Aquí tienes, José Manuel.
- Musha grasia, zeñorita, undivé ze lo pague a usté y a zu familia con musha zalú y mushoj caudale pa compral-le a zuzijo to lo que elloj pidan pa que ze lo echen loj reye mago, zeñorita.
Cuando se va la auxiliar, aprovechando un momento de descuido de Paco Penas, el Chori repite la misma operación y se toma la pastilla de nuestro protagonista. Cuando Paco mira el vasito de la medicación vacío, pregunta con desconfianza.
- ¿Y la pastilla?
- No zé, amigacho, me paeze que ze la caío ar zuelo, la visto roando.
Paco Penas se agacha a buscar la dichosa pastilla, pero no la encuentra, y continúa su búsqueda durante unos minutos en los que el Chori marea la perdiz de manera espectacular, indicando a Paco montones de sitios donde rastrear. Vuelve la auxiliar dispuesta a darle la pastilla a Basilio y se sorprende al no encontrar el comprimido ni el vaso que lo guardaba.
- ¿Y el vaso que puse aquí?
- Noo, zeñorita. Al agüelo no la puejto pajtilla...me la dao a mi, y al amigacho que za la caío...
- Bueno, bueno, no busques más Francisco yo te traigo otra...
Al rato aparece con la pastilla de Basilio y la de Paco. Un timbre suena, y la auxiliar acude a apagarlo, momento en que el Chori vuelve a moverse como un guepardo para ingerir la pastilla de Basilio, ante la mirada atónita de Paco Penas.
- ¿Oye, habéis llamado aquí?
- Uuuuu, usté perdone, zeñorita, ej que mequivocao, quería sendé la lú ¿zabusté?
- ¿Y la pastilla de Basilio?
- Ha venío una zeñorita azí vestía comusté y se la dao.
- ¿No te la habrás tomado tú, verdad?
- Yoooooooooooooo, que va, que dize, zeñorita, no diga usté ezo, que yo zoy una perzona honrá, zinzilla, trabajaora, un currante, ¿zabusté? Le uro por mij muerto, por undivé y por María Zantízima de la Zunzión que yo no zé ondestá la pajtilla, ze lo uro por mi zijo, er Zé y la Yaquelín que me muera aquí mijmo de una coza mu mala que me entre en un momento y por mi Chana de mi entretela, ze lo uro por lo má zagrao y por er defunto de mi pare quen pá dejcanze, zeñorita, me cajtigue undivé zin podé cagá duro zei año, zeñorita.

Y así la auxiliar volvió para darle la pastilla (esta vez sin dejar de mirar de reojo a Zé Manué) a Basilio.
Paco Penas decidió no contar el incidente a la auxiliar, en parte admirado por la inteligencia y por la picaresca de su nuevo compañero de habitación, y en parte medio acongojado porque el Chori en cuestión demostraba ser mucho más peligroso de lo que parecía....y mejor no buscarse nuevos problemas.
Ya lo decia su padre Anselmo..."no metas la mano en el plato ajeno, que cuando te vengas a dar cuenta, algún hijoeputa se te ha comido hasta el sobaco".Don Anselmo, genio y figura...