Pasaban
las horas inexorablemente y Paco Penas veía como poco a poco su
cuerpo parecía darse la vuelta como un calcetín. Hacía no
más de una semana había ingresado en Medicina Interna, aquejado
de tos y fiebre, y lo que en un principio había sido un diagnóstico
dudoso y tímido de neumonía, había derivado en multitud de
pinchazos, analíticas de todo tipo, culminando con la escalofriante
experiencia de una colonoscopia y unas diarreas de 48 horas de
evolución sin ningún atisbo de resolución temprana, al contrario,
con indicios de mantenerse otras 48 horas extras. Basilio
a su vez seguía con la misma sintomatología que Paco, y el
hedor en la 305 era prácticamente insoportable, incluso para algunos
miembros del personal que intentaban acelerar su paso por la
habitación y salían por la puerta como alma
que lleva el diablo, buscando el consuelo de una bocanada de
aire fresco y limpio.
El
propio Zé Manué había abandonado sus bromas e impertinencias, y
buscaba el cobijo del hueco de las escaleras para librarse de la
tortura olfativa a la que era sometido.
Cuando
no tenía más remedio que volver a la habitación por algo, nada más
entrar cerraba la boca, arrugaba la nariz y con sus ojos saltones decía...”¡¡qué
pejte, caraho!!”...revolvía entre sus cosas y aligeraba el paso
para dejar atrás la hediondez del cuarto.
Cierta
tarde, Paco observa cuchicheos de pasillos...dos batas blancas
por un lado, otras tres por otro...todos hablando casi al oído, y
lo poco perceptible estaba expresado con un mensaje "cifrado",
una especie de código secreto que bien pudiera ser compatible con
una comunicación de la CIA o la Interpol.
No
se sabe si por cuestiones personales, o vaya usted a saber
de qué índole, el caso es que de repente una enfermera
entra en la habitación y habla con Antonia, la hija de Basilio.
-
Tenemos que cambiar de habitación a Basilio.
-
¿Por qué?
-
Es que tenemos que pasarlo al Aislamiento.
-
¿Qué ha pasado?
-
Le han detectado un "bichito" que le provoca esas diarreas,
y es contagioso; por eso tenemos que aislarlo.
Paco
Penas siempre tuvo un oído fino, y la conversación a pesar de
producirse a 15-20 metros de donde se encontraba, fue meridianamente
clara para sus receptores auditivos. Paco, paseaba nerviosamente de
arriba a abajo...un bichito...contagioso...
Como
si se lo estuviese temiendo, una enfermera se acerca a hablar con
nuestro protagonista.
-
Francisco, ¿no ha hablado contigo el médico?
-
No, desde hace un par de días, ¿pasa algo? ¿ha salido algo en la
colonoscopia?
-
No, eso ha salido bien, no hay nada raro.
-
¿Entonces?
-
Necesitamos que nos dé una muestra de heces. Acto seguido, la
enfermera le acerca un tarro de
plástico
translúcido.
-
Eso no será difícil…-replica Paco.
Dicho
y hecho, prácticamente a los diez minutos de tener el tarro en sus
manos, nuestro infeliz protagonista ya había completado
satisfactoriamente la recogida de la muestra, la cual entregó
rápidamente a la enfermera que se lo había solicitado.
Hubo
de esperar un par de días para que el Dr. Carapalo acudiera
al pase de sala.
Con
su habitual cara de asco (esta vez tenía una buena razón, pues el
olor en la habitación era nauseabundo), carpetas en mano y rictus
severo se acerca a Paco.
-
A ver, Francisco, le tenemos que cambiar de habitación.
-
¿Y eso por qué?
-
Porque le hemos detectado un bichito, y puede ser contagioso si no se
toman medidas
-
¿Y qué bichito es ese, si se puede saber?
El
doctor lo mira con cara de "ya me van a hacer perder el tiempo"
y le dice con voz grave.
-
Clostridium Difficile...
Zé
Manué que estaba atento, responde...
-
Fú, zo zuena mu má ¿zabá morí?
-
No, no suele ser mortal...
-
¿No suele?-responde Paco.
-
No, no, no, para nada, no tiene por qué haber complicaciones...
-
¿Pero puede haberlas?
-
Hombre, como todo en esta vida, nunca se puede decir que no con un
100% de seguridad, y...
Dicho
esto, el Dr. Carapalo toma las carpetas en las manos y sin dejar de
mirar a los pacientes de la 305, empieza a retroceder lentamente, en
una de sus brillantes maniobras evasivas dejando a Paco con la
palabra en la boca.
Al
poco, Paco Penas recoge sus cosas y es trasladado a un
cuarto en cuya puerta hay un cartel que pone "AISLAMIENTO DE
CONTACTO".
Justo
antes de abrir la puerta, inspira profundamente temiendo que su
libertad cada vez está viéndose más reducida en espacio y tiempo a
la vez que la sensación de claustrofobia va en aumento.
Zé
Manué se acerca a Paco e intenta consolarlo.
-
Amigasho, zeguro quezo nosná, yo haze tiempo cuando
era un chavea también tenía bisho en er culo, ¿zabusté?,
ademá macuerdo que me picaba una jartá, y yo venga rajcarme, y
venga rajcarme, y ná que no za ma quitaba. Mira, y me dió la mama
un remedio de la güela Zunzión poniéndome arcó de romero con
no zé qué yerba en tor zerete ¿zabusté?
-
¿Y se te quitó?
-
Po me paeze que no, pero cagá, parecía que cagaba eucalito,
amigasho.
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