La
mañana se presentaba cargada de trabajo en la Unidad de Medicina
Interna. El personal de la planta recorría con prisas el
largo pasillo y de forma frenética acudía habitación por
habitación a las continuas demandas de los pacientes ingresados, que
pulsaban de forma inmisericorde el timbre de llamada al control de
enfermería.
Auxiliares
y enfermeros se cruzaban constantemente sin apenas dar tiempo
a intercambiar unas palabras, y las idas y venidas de unos y otros
se convirtieron en la imagen habitual de aquella mañana que, por
otra parte, tampoco se salía de lo común.
En
la zona reservada del control de enfermería, unos
estudiantes de tercer curso bromean entre ellos mientras
observan el trabajo a destajo de las enfermeras de planta.
—La
que nos espera dentro de unos meses, cuando nos den el título
—comenta uno mientras
señala con la mirada a una enfermera, despeinada, sudorosa, y con
una bandeja metálica en las manos con utensilios para
alguna técnica enfermera.
—Teníamos
que haber estudiado algo de más provecho… Imagen y Sonido,
Telecomunicaciones, Informática… —apunta
uno de ellos.
Rosa
(la enfermera) apoya sus manos sobre la mesa, toma un poco de aire y
con ironía se dirige a los estudiantes.
—Si
queréis podéis echarnos una mano…hay mucho trabajo que
hacer hoy.
Uno
de los estudiantes, el que lleva la voz cantante, es un muchacho
espigado, pelo corto y diminutas gafas metálicas, con aire soberbio
y orgulloso. A la vista de la invitación de la enfermera, no duda en
dar un paso al frente y responder.
—Yo
no voy a hacer más electros, ni voy a tomar más tensiones.
Estamos en el último año de estudios y queremos hacer
cosas más complicadas.
—La
enfermería lo abarca todo, lo fácil y lo difícil…y
dentro de pocos meses seréis enfermeros titulados y trabajaréis con
nosotros en las mismas condiciones que estamos —responde
Rosa— y no tendréis
más remedio que tomar tensiones y sacar todo el trabajo adelante,
incluso aquello que no os gusta.
—Las
tensiones, y «ese tipo de
cosas» son para los
alumnos de primero o de segundo. Son cosas de ATS y «preticantes»
—puntualiza
el alumno con la aprobación de sus compañeros que le ríen la
broma.
En
ese momento, Carlos, otro enfermero de la unidad entra en el
cuarto y tras escuchar el último comentario, se retira los guantes
de látex y comenta en voz alta.
—Preticantes,
ATS, «pinchaculos»…mira,
chaval…si tú estás ahora mismo aquí con ese pijama blanco
y esa tarjeta identificativa de la Universidad es gracias a montones
de enfermeros que durante años hicieron este trabajo, en principio
sin titulación académica, y luego con estudios no universitarios.
»Me
importa un huevo que seas un hacha elaborando planes de cuidados y
manejando las tecnologías más vanguardistas de nuestra profesión,
que lo dudo…lo que importa es que tratamos con personas, nuestra
labor es cuidarles y darles una atención digna. Y eso ya lo hacían
los «preticantes»
antes de que tú fueras un «proyecto»
de vida en el útero de tu madre. ¿Tienes idea de lo que va la
Enfermería?...ah, no…..ahora no os dan esas cosas en la
Escuela. La Enfermería es adaptarte a lo que hay, a los
recursos que están a tu alcance con un único objetivo: dar confort
al paciente. Y eso lo hacían los “preticantes” hace
muchísimos años, con menos medios de los que tú y yo disponemos
ahora.
Los
chicos bajaron la cabeza y permanecieron en silencio, mientras el
enfermero anotaba algo en un trozo de papel, y lo guardaba en su
bolsillo. Consciente de lo tenso de la situación, se gira hacia los
alumnos y sonriendo les dice…
—Os
voy a contar una historia de «preticantes»,
de lo difícil que es ser enfermero en el día a día…
¿Habéis
oído hablar de Paco Penas?
Los
muchachos se miran entre ellos dubitativamente, como si fuera
parte de un examen oral de la Universidad, y finalmente niegan con la
cabeza.
—Me
lo imaginaba.
Rosa
se acerca al grupo de alumnos y les comenta:
—Merece
la pena que perdáis media hora en escucharle, además…ya casi todo
lo que había que hacer está hecho. Venga…coged unas sillas
y poneos cómodos.
Carlos
cogió también una silla, se situó frente a los chicos, y comenzó
su relato.
—Paco
Penas fue un paciente que tuvimos ingresado aquí hace unos años.
Esta historia me la contó un enfermero de los antiguos…como decís
vosotros: un «preticante»…
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