"EL PRETICANTE"
Novela Finalista del V Premio de Creación Literaria Bubok 2013
PRÓLOGO
A
pocos les gusta entrar en un hospital. Ni como pacientes ni como
acompañantes. Y muchas visitas entran en sus recintos a
regañadientes, casi a punta de látigo, el que les impone el deber
social, por aquello de visitar al enfermo, por el qué dirán, por
eso tan manido de «que no sea yo el que falte»… Bueno, pero ese
es otro tema.
Entre
sus manos, querido lector, tiene un libro que trata de hospitales, de
enfermeras, médicos y auxiliares, de celadores, personal de
limpieza, de seguridad, administrativos… y, en definitiva, de
todo el batiburrillo de profesiones que hacen funcionar el complicado
engranaje de un hospital, curiosa factoría de producción cuyos
insumos son los pacientes y cuyo producto esperado es el mismo
paciente perfectamente recuperado y listo para funcionar en la calle,
en su casa, en su barrio, en su trabajo. Aunque, como es bien sabido
y supongo que todos pueden comprender, esto no siempre es posible.
Algunos salen igual de enfermos que entraron. Otros, peor; otros,
mucho peor y otros…
Como
hecho sobradamente conocido, es por ello que a todas las
personas de bien los hospitales les resultan lugares tenebrosos
—aunque estén pletóricos de luz—, agobiantes —aunque sus
espacios cada vez son más diáfanos—, malolientes —por mucho que
los detergentes, antisépticos y desinfectantes sean los
ambientadores más comunes— o amenazantes —por mucho que las
gentes que allí laboran la única meta que persigan sea recuperar la
salud del que la ha perdido y proporcionar cuidados profesionales a
los que sufren—. Sí, la mayor parte de las personas huyen de los
hospitales como de la peste y de los impuestos. Y, si
hemos de ser sinceros, no podemos negarles su parte de razón.
Los hospitales son lugares de sufrimiento presupuesto.
Es
esta la historia, en definitiva, de un hospital. Con su enfermeras,
sus médicos y auxiliares; sus celadores, administrativos, personal
de limpieza, pinches… Pero no es un hospital cualquiera.
Su
ubicación en un pueblecito de la costa gaditana le hace único. Sus
pacientes, le hacen único. ¿Todos sus pacientes? No, en realidad
dos de ellos destacan entre sus asiduos dolientes.
Conocerán
en estas páginas a Paco Penas y el Chori. Dos opuestos. Ying y
Yang. Negro y Blanco. Desgracia y Suerte, en coloquial, potra…
En
el devenir contrapuesto de estos dos personajes conoceremos el
funcionamiento de un hospital en todos sus elementos más básicos y
en los más complejos, por qué no. Entenderemos la desidia y el
afán de labor de sus trabajadores, que de todo hay; entenderemos
la profesionalidad de sus sanitarios y el «ente» básico en una
planta de Medicina Interna por antonomasia: el timbre. Ese gran
desconocido.
Desgranando
esta historia y los aconteceres de sus protagonistas, veremos cómo
se puede novelar sobre hospitales derrochando humor inteligente e
ironía, con su aquél de crítica, parida con no poco dolor por
quién conoce el terreno de primera mano, su autor, Alberto Puyana,
experimentado y avezado enfermero que ha recorrido los pasillos de
esa u otra planta de Medicina Interna durante años. De su mano nos
veremos sumergidos en una hilarante historia cuyo objetivo es
divertir, entretener y, por qué no, criticar desde dentro los
tópicos, todos y cada uno, que abarrotan la imagen que la gente de a
pie tiene de nuestros hospitales. Unos ciertos, otros casi.
Les
dejo ya en sus manos, manos profesionales y expertas, que no les
defraudarán, en absoluto. Pero eso sí, me gustaría destacar un
detalle que, estoy completamente segura, no les dejará indiferente.
Sus personajes, sobre todo El Chori, desgranan una lengua
autóctona, rica y versátil, llena de metáforas y simbología
a raudales: el andalú de Cai. La riqueza semántica de
esta lengua, el andaluz, que muchos se niegan a
reconocer como tal, les llenarán los sentidos con su elevada prosa.
Divertida, ocurrente. Fascinante.
Disfruten
de esta magnífica historia. Lean y rían. Cuando terminen, se
darán cuenta de que una interesante metamorfosis se ha generado en
su espíritu. Y no volverán a ver los hospitales con los mismos
ojos. Estoy segura de ello.
Lola
Montalvo, escritora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario