Cuando
nuestro protagonista acertó a duras penas a encender la luz de la
habitación, la imagen que apareció ante sus desconcertados ojos fue
dantesca; Basilio había introducido sus afilados y huesudos dedos
por dentro del pañal y había realizado un reparto "por
aspersión" de sus heces por todo su alrededor.
Había
fragmentos que colgaban del techo, como si fueran pequeñas
estalactitas, que en un ligero vaivén parecían desafiar la ley
de la gravedad y de camino amenazaban la cabeza del pobre
y atribulado Paco.
En
su pared, Basilio había decidido hacer un experimento
pseudocubista....unas huellas de mano por aquí.....un pegotón por
allá......incluso el más avezado crítico pictórico no dudaría
en titular a la obra
"Gorila con sombrero sobre la cornisa de un palomar, observando
una otoñal puesta de sol bajo un nublado cielo, en actitud de
incomodidad y hastío".
Las
sábanas, mantas, colchón y almohada lucían un flamenco diseño "a
lunares" a juego con el camisón del anciano, que no contento
con este alarde de arte postmoderno, decidió igualmente teñir el
sillón que tenía enfrente con la flamenca
estampa. Basilio jugueteaba nervioso con la celulosa del pañal
roto entre sus manos, mientras su mirada perdida y desubicada no
conseguía posarse un segundo en un punto concreto, como si
persiguiera moscas imaginarias en toda la habitación, moscas que por
otra parte, se frotaban ansiosas las patas delanteras ante tamaño
festín improvisado.
Paco
Penas al contemplar este desastre, dio un paso atrás con la mala
suerte de pisar una de las pastosas inmundicias que había
distribuido estratégicamente Basilio por todos lados, haciéndole
resbalar y perder el precario equilibrio en que nuestro febril
protagonista se encontraba.
El
aterrizaje de nalgas fue espectacular, y dejó a Paco inmóvil
durante unos interminables segundos que parecieron eternos.
Finalmente, aunque no sin dificultad, consiguió apoyarse en la cama
para levantarse y llamar al timbre compulsivamente. Se abre la
puerta y aparece una chica con pijama blanco.
-
¿Pero esto que es?
-
Pues no lo ve, ¡¡mierda, pura mierda!!
La
chica se lleva una mano a la frente, y la otra la coloca en jarras
negando con la cabeza....
-
Uyuyuyuy, Basiliooooooooo. Voy a pedir ayuda, porque esto va para
largo. ¿Necesitas algo Francisco?
-
Una toalla, jabón, y el alta médica si puede ser.
-
Jajaja, qué gracioso es usted.
Mientras
espera sentado en el sillón que queda limpio, Paco escucha a lo
lejos la conversación del personal de la planta.
-
Oye, ¿a que no te imaginas lo que ha hecho Basiliooooo?. Sí, el de
la 305-1. No te lo vas a creer, ha puesto toda la habitación
lleniiiiiiita de mierda....jajajaja. Vamos a tener que llamar a un
celador y a la limpiadora, jiji, jojo...
Al
cabo de un rato, toalla y jabón en mano, Paco se quita todos los
restos frotando con ganas, mientras en la habitación una mini
cuadrilla de pijamas blancos se encarga de asear a Basilio y
retira la ropa de cama manchada.
Una
limpiadora llega a la habitación, pegando gritos como si
fuesen las doce de la mañana. Lleva unos auriculares conectados a
una pequeña radio de bolsillo, y de vez en cuando se atreve a dar
unos extraños
pasos de baile que más bien parecen un híbrido de "Paquito el
Chocolatero" con reminiscencias del ritual de apareamiento del
oso pardo cántabro.
Paco
no sabe si le irrita más el baile en cuestión, o la cara de
concentración de la limpiadora totalmente convencida de que
está ejecutando una pieza que ni el mismísimo Nureyev…
Al
finalizar la grotesca danza, la limpiadora (fregona en
mano) se le queda mirando sonriente como diciendo..."¿qué? te has
quedao flipao con mi baile, ¿verdad?".
Paco
se muerde el labio inferior, niega con la cabeza y mira hacia
el suelo..."¿pero es que no hay nadie cuerdo en este puñetero
hospital, por Dios?"...
Tras
casi media hora de exquisito trabajo en equipo, el cuadro
pseudocubista desaparece así como las amenazadoras estalactitas
del techo, lo cual alegra a Paco, aunque no tanto como cuando ve
desaparecer a la limpiadora camino de los ascensores.
Basilio se ha quedado dormido con expresión angelical y parece que
por fin dará tregua a nuestro protagonista.
Nada
más lejos de la realidad. Cuando Paco se encuentra a punto de volver
a dormirse, sus nervios olfativos le transmiten al cerebro lo que se
estaba temiendo…más mierda.
Al
encender la luz, comprueba que es de nuevo Basilio, aunque esta
vez la deposición es líquida y ha vuelto a impregnar el pañal
hasta hacerlo inservible, esparciéndose restos por la cama.
El
olor es nauseabundo y Paco vuelve a tocar el timbre.
De
nuevo una cuadrilla de pijamas blancos limpia a Basilio
que se deja hacer sin oponer resistencia.
Una
de las chicas con pijama, tras cuchichear algo al oído al resto de
sus compañeros, se va y vuelve para recoger una muestra de las heces
en un recipiente de plástico.
¿Qué
se traerán entre manos?
A
la mañana siguiente, la 305 es la viva imagen de un campo de
batalla; al desorden normal de los continuos movimientos de
mobiliario y ropa de cama, se añade la impregnación en el aire de
un vomitivo olor que parece haberse quedado adherido a las paredes de
la habitación y que no ha podido desprenderse a pesar de los
esfuerzos del personal sanitario y de limpieza.
Es
un olor que será difícil que desaparezca...
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